La motivación puede ser definida como la voluntad para realizar algún esfuerzo. La motivación se produce por la necesidad de cubrir alguna carencia, cuya naturaleza puede abarcar desde la cobertura de las necesidades primarias hasta las de autorrealización. No sé qué conjunto de necesidades vino Karembeu a satisfacer al Real Madrid, hace ya algunos años, pero lo que sí tengo claro es que, al menos durante un tiempo, parecía estar muy motivado.
Christian Karembeu comenzó su carrera en la alta competición en 1990 jugando para el Nantes. Sus virtudes de centrocampista sacrificado le llevaron a la Sampdoria de
Bujadin Voskov en 1995. Allí compartió vestuario con
Clarence Seedorf, hasta que, al final de la temporada, el tulipán fichó por el Madrid de
Capello V1.0. Ese mismo verano, Karembeu acudió con Francia a la
Eurocopa 1996 celebrada en Inglaterra (
Football is coming home). Aquella selección de
Jacquet presentó a buena parte de los jugadores que luego se alinearían con la campeona del mundo, pero también excluyó a algunos de los mayores talentos de su tiempo:
Cantona,
Ginola y
Papin. Puede que este tipo de apuestas sean necesarias para conseguir ciertos objetivos a largo plazo… Los franceses se midieron en un grupo a España, Bulgaria y Rumanía. Ellos pasaron primeros, España, con gol de
Guillermo Amor en plancha, agónica y segunda. España cruzó con Inglaterra y perdió por penalties (
Hierro y
Nadal erraron sus lanzamientos frente a
Seaman). Francia hizo lo propio con la Holanda de los de Boer
1 y
2,
Kluivert,
Blind… Pero no pudo reeditar su éxito en las semis, cayendo en el sexto penalti frente a la República Checa, a la postre, subcampeón contra Alemania.
El caso es que en la temporada siguiente, Karembeu fue apartado de la Sampdoria debido a las presiones del de Nueva Caledonia para forzar su traspaso al Real Madrid (o al Barcelona). Lo consiguió por fin en el mercado de invierno. Y un día estepario de Enero hizo su debut frente al Alavés en la Copa. El Madrid fue eliminado. Pero aquella era la temporada de Christian. Y lo demostró en la Champions. En su primer partido europeo marcó de punterazo en la ida de los cuartos frente al Bayer Leverkusen en Alemania. Y volvió a marcar en la vuelta, esta vez de cabeza. En la ida de las semifinales, unos tipos se subieron a las vallas del fondo sur del Bernabéu. El peso de aquella humanidad motivó que las vallas cedieran y cayeran sobre la portería, que se rompió sin remiendo posible. Se trajo a mano una portería de la Ciudad Deportiva. Después de algún despacho diligente, el cachondeo general terminó, el árbitro consintió y el partido, por fin, comenzó. Karembeu marcó de nuevo con la puntera. Ese recurso, su recurso. El Borussia Dortmund, quizá aún atónito por el espectáculo, se difuminó en un rotundo 2-0. Y el Madrid, reforzado por la motivación de Karembeu, y dice Fabio que por su trabajo en Capello V1.0, ganó la séptima con
gol de
Mijatovic y muchísimo sufrimiento a la Juventus de
Zidane. Y todos al mundial. Y allí Christian vuelve a ganar. En Diciembre de ese año se casa con la modelo
Adriana Sklenarikova, a la que conoce en un vuelo de Milán a París dos años antes… No tengo palabras.
Supongo que algo así como la inercia llevó a Karembeu a conquistar la Champions y la Eurocopa en 2000, ya en un plano mucho más secundario. Ya no era aquel jugador que marcaba de cabeza con los ojos cerrados o de punterazo tras contraataque en solitario. La motivación no se encontraba ya en su coctel competitivo. Y, pese a que jugó algunos años más, no fue el mismo. Quizá la imagen que muchos nos forjamos de él estaba distorsionada por su rendimiento extra. Puede que en sus años finales, simplemente, no encontrara ninguna necesidad más que satisfacer.
Hoy, Christian Karembeu lucha en Google por ser el primer resultado que aparece cuando se
busca su nombre. De momento, las imágenes de su mujer gozan de mejor ranking.