La experiencia demuestra que prácticamente todo admite dos lecturas, casi siempre contrapuestas e interesadas según los vientos que soplan y que serán más o menos acertadas según los resultados del momento. Las crisis, a menudo, son épocas malas para muchos ciudadanos; para los más audaces, sin embargo, son momentos de oportunidades. Los tiempos de caídas bursátiles son buenos –dicen los analistas– para comprar y hacer cartera. Otros, los que invirtieron sus ahorros en máximos históricos, maldicen la hora en que decidieron comprar tal o cual valor. Lo que está claro es que todo el mundo es experto en hacer predicciones sobre el pasado.
Hace unos días releyendo el libro «Los cuadernos de Valdano» (1997), éste contaba una anécdota que refleja esta realidad. Así decía:
«Hace sólo dos años una discoteca se puso de moda en Milán y después de los partidos varios jugadores de los dos equipos de la ciudad –Inter y AC Milán– iban a descargar tensiones con copas y baile. El Inter llevaba una pésima temporada y desde el mismo club se culpaba a los jugadores por su lamentable comportamiento profesional. Curiosamente, el Milán completó una excelente temporada y para los responsables médicos del club la discoteca era el vehículo para el equilibrio psicológico de los jugadores».
Tanto al éxito como al fracaso es fácil de encontrarles explicación, eso sí, a posteriori. Los estilos de los entrenadores son también con frecuencia objeto de duras críticas o alabanzas según lo que interese en cada momento. Sobre esto Valdano decía: «Si gana Rikjaard, se ve la necesidad de apostar por un modelo de conducción blando, es decir, el diálogo lleva al éxito; si gana Capello, se ve la necesidad de apostar por un modelo duro, esto es, la férrea disciplina es el camino hacia el triunfo».
Conclusión: dos lecturas para casi todo en las que el resultado –siempre pasajero– da o quita razones temporalmente. A Maradona, en su día, se le achacó que sólo manejaba una pierna, la izquierda; otros supieron dar la vuelta a las críticas y le ensalzaban diciendo que era el mejor siendo cojo. Le sobraba una pierna.
Para los que les guste el fútbol y quieran despegar dudas, merece la pena que vean –y escuchen de la voz de Víctor Hugo Morales– el gol de «el pelusa» en cuartos de final contra los ingleses la calurosa tarde del 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca de Ciudad de México repleto hasta la bandera. El gol se resume en 10 segundos en los que en 60 metros «el pibe» elude a 5 jugadores ingleses dando más de 10 toques con su pie izquierdo y ninguno con el derecho.
Ese mismo día se produjo uno de goles más polémicos en la historia de los Mundiales. También tuvo como protagonista al «pelusa» y fue el primer gol que marcó a los ingleses con la mano (la «mano de Dios»). También dio lugar a dos interpretaciones: los ingleses lo calificaron de «estafa»; los argentinos de «picardía». De aquel gol dijo Mario Benedetti: «Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses, con la ayuda de la mano divina, es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios».
Hace unos días releyendo el libro «Los cuadernos de Valdano» (1997), éste contaba una anécdota que refleja esta realidad. Así decía:
«Hace sólo dos años una discoteca se puso de moda en Milán y después de los partidos varios jugadores de los dos equipos de la ciudad –Inter y AC Milán– iban a descargar tensiones con copas y baile. El Inter llevaba una pésima temporada y desde el mismo club se culpaba a los jugadores por su lamentable comportamiento profesional. Curiosamente, el Milán completó una excelente temporada y para los responsables médicos del club la discoteca era el vehículo para el equilibrio psicológico de los jugadores».
Tanto al éxito como al fracaso es fácil de encontrarles explicación, eso sí, a posteriori. Los estilos de los entrenadores son también con frecuencia objeto de duras críticas o alabanzas según lo que interese en cada momento. Sobre esto Valdano decía: «Si gana Rikjaard, se ve la necesidad de apostar por un modelo de conducción blando, es decir, el diálogo lleva al éxito; si gana Capello, se ve la necesidad de apostar por un modelo duro, esto es, la férrea disciplina es el camino hacia el triunfo».
Conclusión: dos lecturas para casi todo en las que el resultado –siempre pasajero– da o quita razones temporalmente. A Maradona, en su día, se le achacó que sólo manejaba una pierna, la izquierda; otros supieron dar la vuelta a las críticas y le ensalzaban diciendo que era el mejor siendo cojo. Le sobraba una pierna.
Para los que les guste el fútbol y quieran despegar dudas, merece la pena que vean –y escuchen de la voz de Víctor Hugo Morales– el gol de «el pelusa» en cuartos de final contra los ingleses la calurosa tarde del 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca de Ciudad de México repleto hasta la bandera. El gol se resume en 10 segundos en los que en 60 metros «el pibe» elude a 5 jugadores ingleses dando más de 10 toques con su pie izquierdo y ninguno con el derecho.
Ese mismo día se produjo uno de goles más polémicos en la historia de los Mundiales. También tuvo como protagonista al «pelusa» y fue el primer gol que marcó a los ingleses con la mano (la «mano de Dios»). También dio lugar a dos interpretaciones: los ingleses lo calificaron de «estafa»; los argentinos de «picardía». De aquel gol dijo Mario Benedetti: «Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses, con la ayuda de la mano divina, es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios».