No descubrimos nada nuevo si afirmo que el mundo del fútbol es un mundo plagado de extremos y, por qué no, de excesos. Un universo en el que la pasión golea a la razón y donde la creación de corrientes de opinión se ha convertido en una Champions League paralela a la que se disputa en el césped.
Viene a colación esta introducción porque me he quedado anonadado leyendo y escuchando opiniones, sentencias, juicios y valoraciones sobre Guardiola tras la eliminatoria pasada entre Barcelona e Inter de Milán.
Resulta que, después del éxito histórico del Barcelona la temporada pasada, Pep Guardiola se convirtió en un icono para todo el mundo del fútbol y, añadiría, para toda la sociedad. ¡Qué valiente en sus decisiones! ¡Qué conferencias de prensa! ¡Qué inteligente! Hasta cuando se rascaba la nariz (si lo ha hecho en público alguna vez) exclamábamos: ¡Qué estilazo!
Resulta que ahora, nada más perder la eliminatoria, tenemos que aguantar comentarios como que nadie entiende los cambios de Maxwell y Jefrén, que si ha perdido los nervios, que no es tan elegante como parecía, que si le puede la presión, etc, etc.
Resulta que ahora, nada más perder la eliminatoria, tenemos que aguantar comentarios como que nadie entiende los cambios de Maxwell y Jefrén, que si ha perdido los nervios, que no es tan elegante como parecía, que si le puede la presión, etc, etc.
Podréis comprender que desde mi arista como entrenador, pues un entrenador lo es hasta la muerte aunque desempeñe otras labores, me suba por las paredes debido a la impotencia por la injusticia, desconocimiento y ciertas dosis de envidia que transpiran esos comentarios.
Vaya por delante mi declaración de madridista y mi confesión de que no conozco personalmente a Guardiola y que juzgo este asunto como simple observador y conocedor de la mente de un entrenador. Desde esa atalaya, no puedo estar de acuerdo ni con las exageraciones laudatorias del año pasado ni con las exacerbadas críticas del presente. Para reforzar lo primero, os diré que no creo en los entrenadores sobrehumanos (definición que él con sus actos y palabras siempre ha contrarrestado). Para refutar lo segundo, afirmaré que alguien que ha conseguido que su grupo alcance los éxitos de la temporada anterior no puede dejar de tener, de un día para otro, excelentes competencias para dirigir un equipo de altísimo rendimiento.
Vaya por delante mi declaración de madridista y mi confesión de que no conozco personalmente a Guardiola y que juzgo este asunto como simple observador y conocedor de la mente de un entrenador. Desde esa atalaya, no puedo estar de acuerdo ni con las exageraciones laudatorias del año pasado ni con las exacerbadas críticas del presente. Para reforzar lo primero, os diré que no creo en los entrenadores sobrehumanos (definición que él con sus actos y palabras siempre ha contrarrestado). Para refutar lo segundo, afirmaré que alguien que ha conseguido que su grupo alcance los éxitos de la temporada anterior no puede dejar de tener, de un día para otro, excelentes competencias para dirigir un equipo de altísimo rendimiento.
Los entrenadores somos muy conscientes que desempeñamos el rol del clavito en un abanico: somos pequeños, no generamos aire, no tenemos la estética de las varillas, pero somos la parte del todo que unimos, que coordinamos, que equilibramos una serie de distintas funciones, cualidades y personalidades en busca de conseguir un objetivo común en un entorno “huracanizado”. Fuera de todo esto, lo que queda es una industria que nada tiene que ver con el verdadero deporte, pero que mueve millones de euros, de ilusiones, de pasiones y, claro está, de intereses.
Tenía razón mi padre cuando me contaba que el deporte nacional, en esta querida España, consiste en crear ídolos para después recrearse en destruirlos.
Un abrazo a todos.
5 comentarios:
Bravo, Javier. Un ejemplo de mesura y de ecuanimidad.
Con comentarios así cobra todo su sentido el título de este blog.
Saludos,
ASV
Hola Javier:
Como decía tu padre, crear ídolos y luego recrearse en destruirlos es deporte nacional con más seguidores que el fútbol. A mi, particularmente y siendo madridista creo que Guardiola puede ser una referencia pero como todas en esta vida con fecha de caducidad. Aún así, me parece que tiene los pies en la tierra y que se merece como mínimo respeto.
Un saludo
Excelente. Y extraordinaria la alegoría del abanico. Llevando aún más allá la comparación, es cierto, el paisaje (palabra que aprendí de mi abuela) es la zona más vistosa del ingenio... pero es el clavillo el que cohesiona y vertebra. Acertadísimo.
Pues yo sigo opinando lo que escribimos en nuestro blog:
http://ixem.wordpress.com/2010/04/13/otro-talento-en-casa-equipos-fluir/
Eso si, en este pais, todos entendemos de todo y nos gusta hablar mas de la cuenta. En fin... Asi nos va.
Un saludo
Hola Javier: El problema, bajo mi punto de vista, es que los periodistas deportivos de este país hace tiempo que perdieron el rigor y la objetividad. Esto no quiere decir que no se le pueda criticar a Guardiola (yo, más que los cambios,fíjate, no entendí que Alves jugara tan arriba, pero bueno, son opiniones), pero sí que exige ser ecuánime. Guardiola acierta casi siempre, pero se equivoca como todos porque es humano. Yo también me descubro ante él. Y soy madridista.
Gran post. ¡Enhorabuena!
Saludos
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