Creo que fueron los chinos los primeros en definir una crisis: Problema u oportunidad. Viene esto a cuenta porque, en estos tiempos de turbulencias y malos augurios, los humanos tendemos con demasiada frecuencia a escudarnos en excusas y etiquetas como “no hay dinero, hay miedo, nadie compra..” o en el ámbito del deporte “los árbitros, la mala suerte, etc, etc.”.
Leyendo a Eduardo Punset, me quedé con una definición: “el cerebro humano no busca la verdad, sino que busca su supervivencia”. Precisamente esto explica como, ante una dificultad o un fracaso, todos buscamos una explicación fuera de nuestro comportamiento. Sin embargo, mi experiencia me dice que la solución o el problema casi siempre viene dictada por nuestra actitud ante esa dificultad.
Os contaré una experiencia para corroborarlo: Recuerdo que en año 2000, estábamos disputando el Campeonato del Mundo FIFA en Guatemala. El comienzo fue fantástico, ganando y mostrando una imagen muy sólida y postulándonos como un verdadero aspirante a destronar a los hasta entonces imbatibles brasileños (tres veces campeones del mundo de tres ediciones disputadas). Pero entonces llegó el infortunio: En el partido previo a la disputa de semifinales, nuestro segundo portero se lesiona en el calentamiento; avanza el partido y, cuando quedan unos minutos para el final, nuestro portero titular sale a cortar un balón largo y, en vez de golpear al mismo, lo hace al pie del rival. El dolor es inhumano y acaba el partido. Al final del mismo, ambos van al hospital y les hacen pruebas. Resultado: El primero tiene fractura de uno de los dedos de la mano y el segundo fractura de un dedo del pie. El ambiente en el hotel, una vez se saben los resultados, se convierte en drama: Los lesionados llorando, observando que se les escapa un sueño, y el resto del equipo contagiado, llorando por sus compañeros y, en su interior, pensando que se desmorona el trabajo realizado.
Imagino que todos vosotros os habréis encontrado en alguna situación similar en vuestras carreras profesionales, y la experiencia nos dicta que la solución dependerá de nuestra capacidad de tomar la decisión adecuada. En este caso particular, recuerdo que no bajé a cenar y me quedé en la habitación pensando qué hacer. Al final de la cena, aparecí y pedí por favor al Presidente de la Federación Española de Fútbol y al Secretario de Estado para el deporte que nos dejaran solos. En ese momento descubrí en mí una fuerza y convicción que no conocía y les dije, con una rabia incontenida, que ningún éxito en la vida se consigue sin dificultad, que debíamos confiar en el trabajo realizado previamente y que debíamos encontrar en nuestro interior la fuerza necesaria para ganar por nuestros compañeros que estaban lesionados.
Mano de santo, que diría mi abuela. Al final de la charla surgió un deseo irrefrenable de doblegar a las circunstancias y manejar nosotros nuestro futuro. En ese momento observé de manera clara que seríamos campeones, como así sucedió, ganando por primera vez en la vida a los invencibles brasileños ¡Y jugando con el tercer portero!
Ahora, con la perspectiva del tiempo, observo que lo más común hubiera sido resignarnos y apelar a la mala suerte, a la adversidad , de este modo, hubiéramos sido perdonados por la opinión pública, pero nos hubiéramos quedado sin un preciado logro que cambió totalmente nuestro futuro y, más importante, que nos demostró que las circunstancias exteriores pueden ser manejadas desde nuestra fuerza interior.
Por tanto, si hubiésemos hecho caso a nuestra carga genética, nos hubiésemos conformado con una derrota de las circunstancias sobre nuestra voluntad, pero demostramos que puede ser de otra manera.
La lectura es bastante clara: La resignación es una muerte en vida y la lucha es un deseo de seguir viviendo con dignidad. A partir de ahí, el resultado da igual porque habremos ganado.
Leyendo a Eduardo Punset, me quedé con una definición: “el cerebro humano no busca la verdad, sino que busca su supervivencia”. Precisamente esto explica como, ante una dificultad o un fracaso, todos buscamos una explicación fuera de nuestro comportamiento. Sin embargo, mi experiencia me dice que la solución o el problema casi siempre viene dictada por nuestra actitud ante esa dificultad.
Os contaré una experiencia para corroborarlo: Recuerdo que en año 2000, estábamos disputando el Campeonato del Mundo FIFA en Guatemala. El comienzo fue fantástico, ganando y mostrando una imagen muy sólida y postulándonos como un verdadero aspirante a destronar a los hasta entonces imbatibles brasileños (tres veces campeones del mundo de tres ediciones disputadas). Pero entonces llegó el infortunio: En el partido previo a la disputa de semifinales, nuestro segundo portero se lesiona en el calentamiento; avanza el partido y, cuando quedan unos minutos para el final, nuestro portero titular sale a cortar un balón largo y, en vez de golpear al mismo, lo hace al pie del rival. El dolor es inhumano y acaba el partido. Al final del mismo, ambos van al hospital y les hacen pruebas. Resultado: El primero tiene fractura de uno de los dedos de la mano y el segundo fractura de un dedo del pie. El ambiente en el hotel, una vez se saben los resultados, se convierte en drama: Los lesionados llorando, observando que se les escapa un sueño, y el resto del equipo contagiado, llorando por sus compañeros y, en su interior, pensando que se desmorona el trabajo realizado.
Imagino que todos vosotros os habréis encontrado en alguna situación similar en vuestras carreras profesionales, y la experiencia nos dicta que la solución dependerá de nuestra capacidad de tomar la decisión adecuada. En este caso particular, recuerdo que no bajé a cenar y me quedé en la habitación pensando qué hacer. Al final de la cena, aparecí y pedí por favor al Presidente de la Federación Española de Fútbol y al Secretario de Estado para el deporte que nos dejaran solos. En ese momento descubrí en mí una fuerza y convicción que no conocía y les dije, con una rabia incontenida, que ningún éxito en la vida se consigue sin dificultad, que debíamos confiar en el trabajo realizado previamente y que debíamos encontrar en nuestro interior la fuerza necesaria para ganar por nuestros compañeros que estaban lesionados.
Mano de santo, que diría mi abuela. Al final de la charla surgió un deseo irrefrenable de doblegar a las circunstancias y manejar nosotros nuestro futuro. En ese momento observé de manera clara que seríamos campeones, como así sucedió, ganando por primera vez en la vida a los invencibles brasileños ¡Y jugando con el tercer portero!
Ahora, con la perspectiva del tiempo, observo que lo más común hubiera sido resignarnos y apelar a la mala suerte, a la adversidad , de este modo, hubiéramos sido perdonados por la opinión pública, pero nos hubiéramos quedado sin un preciado logro que cambió totalmente nuestro futuro y, más importante, que nos demostró que las circunstancias exteriores pueden ser manejadas desde nuestra fuerza interior.
Por tanto, si hubiésemos hecho caso a nuestra carga genética, nos hubiésemos conformado con una derrota de las circunstancias sobre nuestra voluntad, pero demostramos que puede ser de otra manera.
La lectura es bastante clara: La resignación es una muerte en vida y la lucha es un deseo de seguir viviendo con dignidad. A partir de ahí, el resultado da igual porque habremos ganado.
8 comentarios:
Buenísmo post. Y muy bien escrito.
Si, atendiendo a Séneca, vivir es luchar, vivir sin luchar, posiblemente no vaya más allá de un sucedáneo de la vida... ganes o pierdas.
Quizás es que me han eduacado así, pero coincido completamente con tu reflexión. Si no se luchan las cosas, no valen la pena. Lo que no te cuesta, lo que te regalan, por mucho que parezca su valor no sabe a nada, como apunta Ricardo en la reflexión de Seneca.
Raquel Domínguez (http://aprendedeldeporte.blogspot.com/2009/11/raquel-dominguez-un-ejemplo-que-te-hace.html) es un ejemplo de como llevar esa actitud a una forma de vida.
Cuando yo jugaba al baloncesto, mal por cierto, mi entrenador Jorge, al que aprecio muchísimo me dijo una frase que no he olvidado, y que lejos de hacer una mala lectura me ha parecido siempre un gran piropo: "De un mal jugador, lo mejor que se puede decir es que es un luchador".
Totalmente de acuerdo. Decía Henry Ford que los que renuncian son más numerosos que los que fracasan, por eso el no dejar de luchar marca una diferencia muy grande entre las personas. Distingue al buen profesional del excelente, a la persona nomal de la extraordinaria.
"La resignación es una muerte en vida" Me ha encantado.
Enhorabuena
Esto me recuerda a una frase que enviasteis en uno de vuestros tweets, que creo recordar que era de Larry Bird y que decía algo así "No te rindas, sigue intentándolo una y otra vez hasta que suena el pitido final". Una buena filo´sofía de vida.
Gran artículo y gran lección para la vida. Sin embargo, no es fácil de llevar a la práctica y precisamente por eso hay muchos “buenos” pero muy pocos “campeones”.
Fenomenal artículo. Enhorabuena!
Excepcional post.
me recuerda a lo que le sucedió a la ÑBA antes de la final del Mundial de Japón en 2006. Lesión de Pau en los últimos segundos de la semifinal y pase a la final con una celebración que parecía un velatorio: España jugaría ante Grecia sin su estrella, sin su gran referente y todo era un mazazo.
Aquella noche, hubo conjura en la habitación de Pau y Navarro y el equipo logró revertir ese mazazo en un efecto positivo: vamos a ganar para brindarle el oro a nuestro líder, tenemos que ganar por Pau. Como diría un técnico serbio: lo que no te mata te hace más fuerte.
Por supuesto, España ganó el oro mundial con un show defensivo espectacular.
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