jueves, 24 de diciembre de 2009

Feliz Navidad y Feliz 2010

Llegan las navidades y el 2009 toca a su fin. Lo que ha sido un año económicamente muy difícil, deportivamente ha sido muy bueno, aunque con alguna sombra: un tremendo Barça que ha conseguido 6 títulos en la misma campaña, un Nadal   sufriendo mucho para volver a por sus fueros tras su lesión, un Cristiano Ronaldo que ha batido todos los records no deportivos, unas olimpiadas que se nos siguen resistiendo, la Selección de Baloncesto logrando el Oro en el Europeo de Polonia, la Selección de Fútbol nombrada de nuevo mejor Selección del Mundo, otra Copa Davis ganada por nuestra armada invencible, ...

Por nuestra parte, con nuestro humilde, pero apasionante proyecto de "Aprende del Deporte" hemos hablado de muchos y muy variados temas. Algunos actuales como Nadal, Calderon, Guardiola, Scariolo, Raúl, Maradona, Rafa Muñoz ... Otros aprendiendo de personajes de la historia del deporte como Chapman, Sindelar, Banks, Agassi, Petrovic, Fernando Martín, Jordan ... Hemos hablado del Tercer Tiempo, del Líbero, de los Fúbolistas Desconocidos y de increíbles ejemplos como el de Raquel Domínguez.

Hemos hablado de Compromiso, de Equipo, de Ejemplo, de Valores, de Liderazgo y de Humildad, pero sobre todo lo hemos hecho con mucho cariño y pasándonoslo muy bien.

Este años nuestro compañero Paco Alcaide ha publicado su magnífico libro Fenómeno de Fenómenos, y hemos fichado a un gran profesional para nuestro blog: Javier Lozano. En definitiva un buen balance para un año complicado.

Todo el equipo de Aprende del Deporte: Eduardo, José Ignacio, Lolo, Ricardo, Paco, Javier y en yo mismo, os deseamos unas felices fiestas y que el año que viene todos vuestros sueños, tanto personales como profesionales, sigan vivos y estén un poquito más cerca.

Nos veremos de nuevo el año que viene, cuando Enero se vuelva cuesta, y estas estupendas vacaciones se hayan convertido en un magnífico recuerdo.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Reflexiones sobre Liderazgo


Hablar hoy en día sobre liderazgo no resulta fácil. Existen multitud de teorías y escritos que nos pueden versar sobre el asunto con bastante profundidad. En mi caso, siguiendo mi particular filosofía de vida, no me atrevo a escribir de nada que no haya experimentado previamente en carnes propias.
La primera cuestión es la que todo el mundo se hace: ¿el líder nace o se hace? Mi particular opinión es que necesita de ambos. Un líder tiene que tener la carga genética que pueda desarrollarse y un ambiente o un adiestramiento que la alimente.
La clave es que una persona que ostente un cargo de responsabilidad puede mandar o liderar. En el primer caso, los subordinados se limitarán a obedecer por simples cuestiones de supervivencia; harán lo estrictamente necesario para cumplir para no ser reprendidos o culpados. En el segundo caso, los subordinados ascienden a la categoría de colaboradores, pues se sienten parte del proyecto, de la idea o de la visión y sienten que el cumplimiento de los objetivos es, en parte, culpa de ellos. Con esta última teoría, los participantes alimentan su autoestima, que es la fuente natural de la acción humana y perciben que son útiles dentro del proyecto o de la organización.
Os voy a dejar dos claros ejemplos de este asunto en distintas áreas de mi experiencia:
Cuando digo a mi secretaria que mañana a las 9 h tengo un comité directivo y tiene que hacer un informe para presentarlo, ella se limita simplemente a realizarlo y entregármelo. Ahora bien, si la digo que mañana necesito su ayuda porque tengo un comité directivo y tengo que triunfar, estoy convencido que ella va a estar toda la noche si es necesario para elaborar el mejor informe que pueda hacer, pues parte de mi triunfo es su éxito y alimentará su autoestima como eficiente colaboradora del objetivo en cuestión. Estoy compartiendo el éxito.
En el ámbito deportivo, os puedo contar otra historia: Cuando era Seleccionador Nacional, preparaba los partidos del siguiente modo: Mostraba a los jugadores un vídeo del rival y, en una pizarra, realizaba una matriz con las fortalezas y debilidades del contrario. Cuando finalizaba el vídeo, cada jugador tenía que decir una fortaleza o una debilidad que había visto en el rival. A continuación, volvía a preguntar a cada uno para que me diera una solución de cómo debilitar la fortaleza o cómo aprovechar la debilidad. Evidentemente, mi mayor experiencia y conocimiento hacía que algunas respuestas fueran redirigidas mediante el método mayéutico hacia el objetivo si resultaba un disparate su contestación.
El resultado final era que habíamos diseñado una estrategia que era de ellos y que en la pista debían defenderla y morir por ella. No era una imposición del jefe, sino una orientación del líder.
Reconozco que este método no es sencillo si se tiene un alto sentido de la vanidad, pero os puedo asegurar que es tremendamente efectivo para alcanzar nuestros objetivos propuestos si uno sabe en todo momento el papel que representa.
Como colofón y a modo de reflexión, os dejo una aseveración personal: La verdadera enfermedad de la actual sociedad del siglo XXI no es el cáncer o el sida, sino la vanidad.
Me encantaría estar equivocado.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Balón de Oro al futbolista desconocido


Hemos creado un mundo en el que sólo tiene cabida el éxito, todo está dispuesto para que el mecanismo que alimentamos indefinidamente nos haga ir cada vez más rápidos por un camino que sabemos, o por lo menos así lo creo yo, que conduce a destinos que tienen muy mala pinta.

La situación mundial que estamos viviendo en la actualidad tiene paralizado a 3/4 partes del mundo, a los que no tiene posibilidades, y totalmente desconcertado al otro cuarto, los que las tienen, pero tienen demasiado miedo a perder sus privilegios y se han atrincherado en sus cuarteles de invierno.

Pues bien, esto que nos ha sucedido, no tiene sus orígenes en una crisis inmobiliaria, financiera o de materias primas, ni está fundada en los desastres de una guerra mundial devastadora, tiene sus orígenes en una crisis de valores, de principios, de fundamentos y por supuesto, también en una crisis de líderes de talla que puedan ser los referentes con los que construir un futuro diferente y sólido.

Esto evidentemente contagia a todos los ámbitos de la vida, incluido al mundo del deporte, y muy especialmente al fútbol que es el más extendido de todos.

Una vez leí que existen en el mundo más de 250 millones de fichas federativas de personas que practican este deporte de modo “oficial”. Seguramente esta cifra se multiplicaría por cuatro si tenemos en cuenta todos aquellos que lo practican de manera informal en miles de descampados, en miles de calles, en miles de colegios,… Aún así estoy seguro que las 100 personas que más saben de fútbol en todo el mundo, sólo conocen a unos pocos miles, y de esos pocos tan sólo uno, una vez al año, alcanza el deseado premio del Balón de Oro.

Es decir cientos de millones de practicantes, unos pocos miles conocidos y sólo unas decenas pasan a la historia contada del fútbol mundial… como sucede con la vida misma, millones se esfuerzan durante toda la vida, unos pocos gozan de todo tipo de privilegios y tan sólo a alguno, el mundo le rinde toda su admiración. Otra vez, la medida del éxito vuelve a ser el reconocimiento, la riqueza, el poder…

Mi reflexión de hoy, puede que influida por los preparativos navideños, es la siguiente: Ser capaz de vivir haciendo lo que te gusta… ¿No es un gran éxito?

Es estupendo que te den el Balón de Oro. Pero lo verdaderamente maravilloso son todos los demás que hacen con su trabajo, con sus ilusiones, con su esfuerzo, aún sabiendo que nunca serán ni ricos ni famosos, que este deporte tenga la importancia que tiene.

Por eso hoy quiero pensar en los millones de futbolistas no conocidos, no recordados, ellos son al fútbol lo que la mayoría de los ciudadanos somos a la vida, los que la hacemos posible.

Hay vida fuera del éxito material, hay vida en lo cotidiano, en lo normal, en lo sencillo, en los partidos que vemos de nuestros hijos, en los partidos jugados con una pelota de trapo en el tercer mundo, en los partidos de las llamadas clases inferiores, en los de las personas invidentes, en los que juegan los amigos por la noche, en su ilusión, en sus miradas, en sus risas, en su compañerismo auténtico…

Por eso aunque hay que darle la enhorabuena a Messi por su Balón de Oro, hoy, tan sólo por esta vez, quiero felicitar y hacer un pequeño pero sincero homenaje a todo los que alguna vez habéis jugado de una u otra forma al fútbol, a los habéis reído y llorado, a los que habéis hecho amigos para siempre, a los que habéis dado una patada a un balón por el mero hecho de disfrutar la vida un poco más. A todos vosotros, a todos nosotros, a todos los futbolistas desconocidos mi Balón de Oro personal.

Gracias por existir, y espero que al menos cuando jugabais al fútbol, fueseis felices.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Divismos

Según el diccionario de la RAE, divo, en su primera acepción se define como “Dicho de un artista del mundo del espectáculo, y en especial de un cantante de ópera: Que goza de fama superlativa”. El sabio catálogo apunta además que el término es usado en muchas ocasiones en sentido peyorativo. El caso es que esa fama superlativa suele ser un distorsionador de la realidad importante y, para muchos, incomprensible. En este entorno, los “divos” y “divas” se encuentran allá donde su fama les sitúa. Y así nos encontramos divos operísticos, rockeros, poperos, teatrales, cinematográficos, literarios… y ante esta avalancha, los “mortales” nos topamos con historias sobre flores de colores como requisito para alojarse en un hotel, toallas por miles para actuar en determinado evento, compras estrafalarias, destrozos… Excesos propios del divo-a: divismos, tal y como recoge la RAE.

Y luego está esto del fútbol. Claro. Son muchos los ejemplos de divismo en el mundo del fútbol, en el de antes, aunque en menor medida, y en el de ahora. Se trata de otro tipo de excesos, resulta evidente. Pero son excesos, no lo olvidemos. Hablemos del Real Madrid-Almería.

Un día de incipiente frío mesetario de principios de diciembre, en pleno puente, el Almería visita el Bernabéu. Un buen portero (Diego Alves), un interior rápido de la estirpe íbera-escurridiza tan característica de las Hispanias Bética, Lusitana y Tarraconense (Albert Crusat), un medio granítico de destacables cualidades defensivas (M’bami) y algunos honrados profesionales más, dirigidos por el mejor rematador de la historia de Chamartín (Hugo Sánchez). Entre los locales, Cristiano vuelve al Bernabéu en Liga. La cosa empieza muy bien para los blancos. Pero Alves hace su trabajo. Tras 20 minutos frenéticos de empuje blanco, Alves mantiene su red tal y como la dejó el linier. Diez minutos después, Cristiano, acostado a la derecha del gol norte, centra con clase a la cabeza Ramos. Sergio se eleva, poderoso, sobre Acasiete, algo tímido, la verdad. Golazo. Tras la celebración circense del sevillano, Cristiano, le recuerda que el pase ha sido suyo. Nos vamos al descanso.

En el inicio de la segunda parte, el Real Madrid se descompone (según un agudo espectador sentado a mi espalda, aún más de lo que estaba…). Iker salva una estirándose abajo a su izquierda. En la jugada siguiente, en pleno desconcierto blanco, Soriano empata de rebote. Luego, Uche marca también. El rumor va en aumento. Cristiano se agita. Se le tuerce la cosa. Escucha algo resignado las indicaciones de Alonso que, superado por M’bami, trata de recomponer la figura del equipo con evidentes gestos que exhortan a sus compañeros a juntar las líneas. Cristiano va a lo suyo. En una jugada como otra cualquiera, agrede a Crusat, al que le saca una cabeza. Roja directa, espeta el parroquiano de detrás, algo mosqueado ya. Y esto es lo que piden los jugadores del Almería. El portugués, lejos de arrepentirse, manda callar a sus oponentes. Mantenella e no enmendalla. Alonso ladea la cabeza.

El empuje del Madrid propicia el empate de Higuaín y, tras esto, viene la jugada del penalti, a juicio de muchos, inexistente. Cristiano se apodera de la pelota, decidido a arreglar el desaguisado pateando desde los once metros. Chuta con su derecha a la derecha de Alves quien, adivinando la trayectoria, se estira y salva. El rechace lo recoge Benzema que, a la sazón, llega con presteza sospechosa. Marca, eso sí, de forma inapelable. Cristiano se queda absorto en los once metros. Granero se dirige al luso quien, en su mundo de divo, no comprende cómo él no forma parte de la fiesta. Ni mira a su compañero.

Aquello sigue, ya en otro tono, con el Almería muy menguado. Dos minutos después, Higuaín se escapa por la derecha. En su carrera, ve a Cristiano que cobra ventaja por el centro gracias a su extraordinaria velocidad. Centra. Cristiano acomoda su carrera a la llegada del balón y marca. En su celebración se dirige a la esquina este del fondo sur, justo al lado contrario de donde le llegó el pase. Donde están los fotógrafos. Va quitándose la camiseta. Cuando por fin se zafa de ella, le espera la foto. Allí está él, sin un compañero que le haga sombra. Como un Antínoo del siglo XXI. Pleno de sí.

Tarjeta amarilla, era evidente. Cinco minutos después, llega el exceso final. En una jugada donde Cristiano tuvo la oportunidad de combinar con hasta tres compañeros, se entregó a la filigrana innecesaria. Ortiz, que no quiere ser parte de la fiesta, le tira una tarascada fea. El portugués devuelve el golpe aún más a destiempo. Segunda amarilla. Igual era roja directa, pero como indica el acta, se trata de la segunda amarilla. Dos espectadores a mi derecha comentan, algo azorados, el pase de modelos del cuarto gol y se acuerdan de su inutilidad. El agudo parroquiano recuerda que el próximo partido de liga se juega en Mestalla, que no es poca cosa. Este ha sido el partido de Cristiano, para lo bueno, que es muchísimo y para lo malo, que es más de lo que debería.

Cristiano vale el precio de la entrada. Y es, de largo, el mejor jugador del equipo. Sin embargo, se hace difícil pensar en un liderazgo del luso en el grupo a tenor de su comportamiento. ¿Cómo se podría adecuar sus actuaciones a lo que se espera de él? ¿de qué forma se han de conducir sus excesos? ¿cómo gestionarlo? ¿quién debe hacerlo? En suma, ¿cómo alinear los objetivos individuales con los grupales en los equipos humanos? Aquella vieja pregunta con una esquiva respuesta...

jueves, 3 de diciembre de 2009

Recordando a Fernando Martín


Hoy hace veinte años que Fernando decidió dejarnos dentro de un vacio imposible de rellenar, y si le preguntáramos el porqué de su ida el respondería sin más, “porque quiero y porque ya sois mayorcitos para vayáis solos por la vida”. Y es que Fernando se había convertido en el alma mater de nuestro equipo, a quien todos nosotros, antes de dar un paso, le consultábamos, aunque solo fuese con la mirada.
Me vienen una cantidad enorme de añoranzas de la convivencia con Fernando, donde su personalidad arrolladora le convirtió, no solo en un gran jugador, sino en el espejo donde muchos de sus compañeros, tanto de su equipo como de rivales, se miraban para medirse y para tratar de aprender lo emanaba de este espectacular deportista. “Sed vosotros mismos” era uno de sus muchos slogan.
Nada más incorporarse al Real Madrid, con apenas 20 años, jugamos un Campeonato del Mundo de Clubes y en su segundo partido metió la friolera de 50 puntos. Su espíritu ganador y su afán de superación quedaron patentes, lo que hizo que el fabuloso Oscar Becerra Smith me dijera en un aparte: “¡De donde habéis sacado a esta cosa!”
Y es que su portento físico, para poder paliar su “escasa estatura”, su concentración y su espontaneidad le llevaron a ser uno de los jugadores, que digo uno, el jugador más competitivo que jamás he visto. Esta competitividad le llevaba a crecerse ante las dificultades, a no rendirse nunca y a buscar soluciones a todo lo que parecía imposible, encontrando así motivo de superación y satisfacción personal en todo lo que hacía. Sabemos que las personas competitivas denotan un gran interés en hacer las cosas mejor que los demás y de esta manera convertirse en un ganador, naturalmente estamos hablando de Fernando y esta ha sido su definición como jugador y como persona. Esa competitividad le llevaba a asumir responsabilidades que le hacían mentalmente muy fuerte y de esa manera transmitir una gran seguridad, al igual que una gran confianza al equipo. (Fernando fue capaz de transmitir su fortaleza mental y su apoyo al equipo para conseguir el triunfo en el Palau ante el Barça sin jugar un solo segundo, sólo con su presencia. Naturalmente estaba lesionado).
Como ganador que era, se comprometía sin fisuras con lo que hacía. Si daba su palabra, la cumplía. Era un trabajador nato porque sabía que los resultados dependían de uno mismo, y porque siempre quería ayudar al equipo, formando parte de la solución para conseguir los objetivos y asumiendo siempre los retos más difíciles. Era un triunfador porque sabía que la adversidad era un buen maestro, porque respetaba a aquellos que le podían ganar, y porque como él decía: “soy bueno pero puedo mejorar”, mientras buscaba siempre una forma de superarse.
A pesar de esa lejanía tan cercana de Fernando, desde aquí quiero transmitir mi agradecimiento y admiración por este gran personaje del mundo de la canasta, añorando sus comportamientos ejemplares sobre cómo debía ser un profesional, añorando sus constantes lecciones de optimismo los días previos a los partidos, añorando la confianza que nos transmitía los minutos antes del salto inicial, añorando su entrega, su capacidad de concentración, su competitividad, su espontaneidad y su compromiso por ser los mejores… añorándole siempre.
Y en esa lejanía tan cercana vivo mi particular recuerdo de este fuera de serie, echando de menos el poder estar con él y con sus compañeros, por los gloriosos momentos que me hicieron vivir en esta profesión tan ingrata como es la de entrenador y que ellos, con Fernando a la cabeza, la convirtieron en el mayor deleite que puede tener un enamorado del baloncesto.

P.D. Mi más entrañable recuerdo a su madre Carmela, a su hijo Jan y a sus hermanos, en especial a Antonio, que aguantó como un jabato la perdida de Fernando.

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