viernes, 5 de agosto de 2011

Padres y deportistas, liderazgo y ejemplo

Dicen que el padre del boxeador Óscar de la Hoya le hacía entrenar más de 10 horas diarias cuando todavía era un niño. A Tiger Woods su padre le regaló por su tercer cumpleaños un palo de golf. A los 12 el “tigre” pilló a su padre en la cama con otra mujer que no era su madre.

Richard Williams puso a sus dos hijas, Venus y Serena, a jugar al tenis poco después de empezar a andar. En la cancha donde entrenaba Venus le colgó un cartel que decía “Cuando fracasas lo haces sola”, y a Serena la obligaba a elegir primero en los restaurantes para que no copiara a su hermana mayor y desarrollara así su propio carácter.

El padre de Andre Agassi, cuando este era niño, le pego con cinta americana dos palas de ping pong a las manos. Más tarde cuando Andre tenía 13 años, modificó una máquina para lanzarle pelotas de tenis a casi 180 kilómetros por hora. La primera frase que Mike Agassi le dijo a su hijo cuando este ganó su primer Wimbledon fue: “No deberías haber perdido el cuarto set”.

A los tres años, Fernando Alonso ya tenía su propio kart, hecho por su padre con sus propias manos. Aquel año Fernando ganó su primera carrera. José luís Alonso renunció a ser portero del Celta de Vigo para poder dedicarle a su hijo y a sus carreras todo el tiempo posible.

Los padres y las madres son los primeros líderes que conocemos las personas, y sus valores y estilo quedan grabados en nosotros para siempre. Fernando Alonso reconoce que la pasión que le transmitió su padre caló en él hondamente, en cambio Agassi dice que su padre “era un ser violento por naturaleza, lleno de rabia, que me trato duramente toda la vida”.

El ejemplo y la exigencia son dos de las más potentes herramientas de un líder, y por ello debemos usarlas con mucha responsabilidad. Cómo padres o responsables de un equipo, somos los referentes de nuestras personas, y lo que hacemos, y no lo que decimos, será el camino a seguir por ellas.

No exijamos sin sentido, lanzando bolas a 180 km/h a nuestras personas, ni pidamos cosas que nosotros no damos. Que nuestra gente sienta como Óscar de la Hoya que “mi padre nunca dejo de creer en mí”, pero no volquemos en ellos nuestras frustraciones o queramos alcanzar a través suyo lo que nosotros no hemos sido capaces de lograr.

Los errores de nuestros equipos son el reflejo de nuestros errores como líderes, no lo olvidemos nunca.

domingo, 10 de julio de 2011

El día que fuímos uno

Hoy hace un año de aquel mágico día en el que un puñado de hombres fueron capaces de hacernos vivir un sueño sin parangón. Un día en el que la ilusión acabó por unas horas con la crítica y el odio. Un día en el que dejaron de existir unos y otros, para sólo existir un nosotros.
Cuando Iniesta pegó con su alma aquel balón ganador, transformó nuestro país por un tiempo. Acabó con la derecha y con la izquierda, acabó con los escépticos, con los agoreros, acabó con los enfrentamientos, acabó con las diferencias, y sobre todo acabó con los complejos. 
Aquel día tuvimos unos colores únicos, tuvimos una misma voz, un mismo sentir. El grana, el blanco, el verde, el azul, todos palidecieron, para hacer brillar un rojo con más fuerza que nunca, un rojo que nos representaba a todos, que nos unía, un rojo que nos hacía sentirnos orgullosos.
  
Por primera vez la bandera perdió todas sus connotaciones negativas, todos sus partidismos, para por un tiempo ser simplemente… nuestra bandera. Con humildad, con generosidad, con orgullo, pero sin soberbia ni prepotencia.
  
Fueras donde fueras, te sentías en casa. Éramos parte de algo grande, de algo importante. Podías sentir la energía, la ilusión... Veías sonrisas, gestos, abrazos... Gritabas, cantabas, llorabas... La alegría nos invadió, nos desbordó y nos cambió.
  
Fue nuestro momento. Hicimos historia, dentro y fuera del campo. En Johannesburgo y en cada pueblo de la piel de toro. Lo hicieron cada uno de los jugadores y técnicos que jugaron aquel partido, pero también cada uno de los 44 millones de corazones que latimos por una vez al unísono.
  
Qué grande fue.
  
Que increíble haber podido vivirlo.
  
Qué pena que terminara, y que hayamos dejado que los viejos fantasmas hayan vuelto.

lunes, 20 de junio de 2011

Y tú, ¿dirigirías un club de fútbol?

Estoy seguro que a muchos de los que colaboramos o pasamos por aquí, si nos preguntasen si aceptaríamos estar en la Junta Directiva de un club gestionando (de verdad, y no sólo ocupando el sillón y haciendo lo que dice el Presi), todos aceptaríamos sin pensárnoslo dos veces. Nuestro amigo José Ignacio Rivero, de este blog, ha tenido la oportunidad de vivirlo como Vicepresidente del Real Madrid.

El fútbol es un deporte que gusta a casi todo el mundo, tiene notoriedad y visibilidad, es glamouroso, produce muchas satisfacciones en la gente (también a veces tristezas, pero se olvidan pronto)... Parece que, a primera vista, todo es positivo. Sin embargo, viéndolo con una cierta distancia, quizás no es el mejor sitio para meter la cabeza, ¿no?

¿Qué hace especialmente compleja la gestión de una club?

1. Salariamente, el club funciona como una pirámide invertida. El presidente casi nunca cobra; el director general cobra más que el presidente; el entrenador más que el director general; y los jugadores más que el entrenador. Los futbolistas no tienen un poder de iure pero sí de facto. En el mundo de la empresa, saber quién tiene poder y quién no, y cuánto es esencial. Recuerden a Florentino Pérez yéndose del Real Madrid en su rueda de prensa: "He maleducado a los jugadores".

2. Los salarios te comprometen jurídicamente. Con lo que si un club desciende (véase Deportivo de la Coruña), sus ingresos se pueden ver reducidos un 70% y los gastos permanecer casi fijos: un auténtico caos. Cuando ocurre lo contrario (véase el recién ascendido Granada), la cosa no es mucho mejor, porque si bien los ingresos crecen, los jugadores inmediatamente piden revisiones salariales... y casi siempre hay que aceptarlas. El juego es asimétrico.

3. La paciencia y el fútbol se llevan mal. En el fútbol, una temporada ya es largo plazo y así es difícil consolidar nada. Construir un proyecto, un modelo de club deportivo, requiere de visión, planificación, mucho compromiso y la paciencia del Santo Job para no dejarse influir por los resultados inmediatos y la presión de los seguidores. Lo mismo pasa en política, se vive de manera muy cortoplacista, cuando el auténtico reto está en la educación que implica planificar a largo (ver post El Real Madrid se lleva mal con la paciencia).

4. El poder de los medios de comunicación también hay que citarlo. Que meten mucho ruido alrededor y añaden un componente de presión nada sencillo de admistrar. Las palabras se interpretan, los silencios se interpretan, los gestos se interpretan... Es difícil pensar y tomar decisiones con frescura cuando los focos de las cámaras están continuamente apuntando el zoom hacia uno. En otras ocasiones se generan polémicas donde no existen y a veces pueden convertirse en reales. José Ángel Sánchez, lo primero que hizo al llegar al Real Madrid en el año 2000, fue coger a su equipo de marketing y trasladarlo de las oficinas del club a otras oficinas fuera del estadio para trabajar más tranquilo. ¿Su motivo? No estar en medio del tsunami informativo en el que vive un club como el de Chamartín.

5. Los balances económicos no se celebran en Cibeles, ni en Neptuno, ni en Canaletas. A la gente le da igual si el club tiene deuda, pérdidas, hipotecas o cualquier otra carga económica. Lo que quiere ver es jugar y ganar a su equipo. Eso de la austeridad presupestaria al aficionado le trae al fresco, y sin embargo, es fundamental para que otras áreas puedan funcionar oportunamente. Con lo que si por garantizar la estabilidad presupuestaria se decide no fichar, y los resultados no acompañan, se le tiraran encima argumentando que no ha hecho nada, que no ha fichado a nadie, que se tiene que marchar...

6. El equilibro entre la vertiente empresarial y deportiva no siempre es fácil. El equipo directivo siempre quiere ingresar más; al equipo deportivo lo que le interesa es jugar bien y ganar. En este ecosistema conciliar ambas parcelas es una labor ardua. Publicidad, giras, eventos, amistosos, pretemporadas dudosas... Son necesarios, pero ¿hasta qué punto? Decía un directivo del Real Madrid en una ocasión: "La moda convirtió a los futbolistas en hombres muy ocupados que en sus ratos libres juegan al fútbol. Entrevistas, publicidad, negocios: todo contribuye a ese yupismo que los tiene en permanente estado de alerta, cada día más alejados de sus deberes profesionales". Los déficits de los clubes y los incrementos exponenciales de los salarios obligan a buscar fuentes de financiación más allá de las clásicas de socios, abonados y taquilla, pero no se puede exprimir tanto la naranja que amargue el zumo (ver post Fan Equity: el valor de la marca en los clubes de fútbol y ¿Fútbol y negocio? Sí, gracias).

7. El fútbol es ingrato con sus dirigentes porque tiene poca o ninguna memoria (sólo pasado cierto tiempo). Bernabéu, después de todo lo que consiguió, poco antes de fallecer, en un partido contra el Gijón, abandonó muy enfadado el palco tras la pitada de la afición. Durante el mandato de Laporta, el club blaugrana lo ganó todo, pero parece que la gente le quitá mérito a su gestión diciendo que han sido los excelentes jugadores procedentes de La Masía y también el entrenador procedente de ahí; y Jesús Gil, por ejemplo, tuvo muchos amagos de mandarlo todo a paseo. Si lo haces mal, te crujen; si lo haces bien, la gestión pasa bastante desapercibida.

8. El factor suerte es para muchos superior en este sector. Puedes hacerlo muy bien en los despachos que al final todo se decide en la cancha, en cómo estén los jugadores, o incluso el árbitro con sus decisiones, afortunadas o no, condicionar el desenlace. Inocencio Arias, que fue directivo en el equipo merengue decía: "La característica en este negocio es que dependemos de que un señor acierte a meter el balón en la red contraria. De eso depende la gestión de un club. Mi gestión y la de la Junta Directiva. Todo queda olvidado en función de que el balón entre o no. Yo dependo de que un jugador le dé al  balón con el exterior o el interior del pie. Eso es así". Todo es discutible pero puede haber bastante de cierto... Se podrían poner muchos ejemplos. ¿Qué hubiese pasado si Paraguay hubiese marcado su penalti contra España en el Mundial de Sudáfrica en cuartos? ¿Fue fallo de Cardoso o acierto de Iker?... Las estadísticas (se meten el 70% de los penalties) dicen que fue más fallo del paraguayo... (ver post El balón tiene razones que la razón no entiende).

Y tú, ¿aceptarías la oferta de un club para estar al frente?.

lunes, 6 de junio de 2011

Corresponsales AdP: "El flaco de todos" por Alfonso Loaiza

Soy un mendigo del fútbol y voy sombrero en mano suplicando: "una linda jugadita" por los campos sin importarme el equipo que juega decía el escritor Eduardo Galeano. Una forma de vida que compartimos otros muchos aficionados a este lindo deporte. Aficionados que necesitamos del futbolista creativo que se sale del libreto y te mete el gozo en el cuerpo con una genialidad. Juan Carlos Valerón es de ese escaso ramillete que aún reivindica el placer de jugar. El canario posiblemente no sea tan veloz ni tenga tanta fuerza como muchos entrenadores demandan actualmente como si fueran la velocidad y la potencia sinónimos de fútbol.

Valerón es otra cosa. Se sale de los márgenes, no es explosivo ni raudo, pero atesora tanta osadía y fantasía como pocos. Da igual la edad, no hay jugadores viejos o jóvenes, hay jugadores malos o buenos, decía Santiago Bernabéu. El mediapunta deportivista es magia, un libro abierto de lo que es el fútbol auténtico. Quizás le haya perjudicado su cara de buena gente, su inseparable sonrisa o su nacionalidad, no lo sé. Muchos dicen que no ha jugado en un gran club. Mentira despiadada. Valerón junto a otros ilustres del equipo gallego como Mauro Silva, Fran, Donato, Tristán crearon fantasías al mundo entero e hicieron grande al Deportivo de la Coruña.

El descenso del equipo coruñés me trae al recuerdo pases imposibles como en el Olímpico de Múnich a Makaay o a Diego Tristán ante el Manchester United, goles que aún tengo en la retina como el de Highbury ante el Arsenal de Henry, millones de recuerdos imborrables: tacones y regates prodigiosos, el Centenariazo o su fantástico Mundial de Corea y Japón. Y es que mi mejor amigo en la infancia era del Depor, del SuperDepor, de padre haitiano y mulato le entusiasmaban los brasileños. Tan poca cosa los humanos, que al final somos de los que nos parecemos. Y puede que por eso a mí me queden tantas imágenes en la memoria de su equipo.

No creo que sea al único. Mi generación, la que por fin ha decidido salir a la calle a reclamar lo que es suyo, ha inhalado mucho deportivismo. Han sido 20 años en Primera. Los mismos que tiene un servidor, y no se nos olvidarán jamás. Disfruté mucho de pequeño con Valerón y todavía hoy era de los pocos que hacía que volviera a ser ese niño travieso que comía bollicaos a escondidas. Siempre lo guardaremos en nuestra memoria como un tesoro, porque si eres del fútbol, tienes que ser de Valerón.

Se merecía un pequeño tributo por tantos homenajes al fútbol que nos ha brindado. Puede que el Flaco no aparezca entre los mejores de este tiempo en los libros de historia, pero sea en Primera o en Segunda, Juan Carlos Valerón nos pertenece a cada uno de nosotros. Tras el término del encuentro, la afición del Deportivo no recriminó nada, no se fue nadie de Riazor, han sido muchos años de disfrute, ojalá sea sólo un año en el infierno. Valerón lo ha prometido: "Vamos a devolver al equipo donde se merece" Palabra del Flaco de todos.


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