Si bien el fútbol es un ejemplo de solidaridad en muchos aspectos, hay un ámbito donde el balompié muestra su mejor cara: como mecanismo de integración entre personas.
Vivimos en un mundo más globalizado en el que las fronteras y las restricciones movimiento tienden a difuminarse dando lugar a la mezcla de personas de procedencias diferentes. De una Europa con 6 países fundadores –Italia, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo– en 1957 con la firma del Tratado de Roma hemos pasado a un conglomerado de 27 naciones tras la incorporación de los países del Este.
En el caso concreto de España, es el primer país de la UE en recepción de inmigrantes y el segundo del mundo después de EEUU. Ya más del 10% de la población es extranjera y en algunas CCAA supera el 15%. Así pues, la inmigración se ha convertido en uno de los fenómenos sociológicos del siglo XXI.
La diversidad bien gestionada enriquece, pero mal manejada es el origen de muchos conflictos delictivos y racistas. En una aldea global donde las fronteras tienen menos sentido y la mezcla de culturas, ideologías y formas de pensar es un hecho, merece la pena hacer serios esfuerzos para conseguir que la integración y la convivencia pacífica sean una realidad y no meras elucubraciones. El deporte, en general, y el fútbol, en particular, son un buen espejo en el que mirarse: “Europa se está convirtiendo en un continente cada vez más multicultural. Ha realizado una ampliación para incluir a nuevos países y constituye el destino más popular para inmigrantes y refugiados de todo el mundo. Hay que encontrar un terreno común para unir a las personas. El deporte es una buena forma de reducir la tensión; el juego limpio y el respeto por los demás son fundamentales en un campo de fútbol. Además, en la mayoría de los equipos hay jugadores de distintas nacionalidades. Es un buen ejemplo de la coexistencia pacífica y el éxito”(Anders Gustav, Presidente ECOS).
El fútbol siempre ha sido en este sentido un gran armonizador de culturas y nacionalidades. En un equipo conviven jugadores de las más diversas nacionalidades: "El fútbol es un país donde todos somos hermanos. Tiene magia. Es el único capaz de lograr que un boliviano, un nigeriano y un alemán se fundan en un abrazo celebrando un gol. Esa magia hay que aprovecharla y proyectarla para que se extienda al universo entero" (Pacho Maturana).
Hace una temporada, el mercado de verano de fichajes se saldó con un total de 500 jugadores inscritos en Primera y Segunda División. De esa cifra, el 70% eran españoles y el 30% extranjeros. La multiculturalidad no sólo es amplia “cuantitativamente” sino también “cualitativamente”. Los jugadores no nacionales representaban a más de 42 nacionalidades diferentes, procedentes de: Sudamérica (Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, Perú, Venezuela…), África (Senegal, Camerún, Nigeria, Guinea, Ghana…), Asia (Corea…), Europa del Este (Croacia, Estonia, Eslovaquia, Rumania…) y Europa (Inglaterra, Portugal, Irlanda, Suecia…).
Estas cifras reflejan el ejemplo que puede suponer el fútbol para otros sectores (y la sociedad en general) diezmados por las diferencias culturales y raciales y para países donde el racismo ha desencadenado un problema social de gran alcance.
Poco antes de la Eurocopa 2004, desde todas las selecciones se mostraba el rechazo unánime a cualquier forma de discriminación racial. Así, en nombre del equipo español, su capitán, Raúl González, afirmaba: “En los últimos años la liga española ha escalado a las primeras posiciones del ranking europeo y mundial y ello ha sido debido, en gran medida, a la llegada de jugadores procedentes de otros países extranjeros”. En términos parecidos se manifestaba el capitán de la selección de Croacia, Boris Zivkovic: “El fútbol es un deporte que une a la gente con independencia de su nacionalidad, color o religión. El fútbol une a todos aquellos que aman este deporte. No hay espacio en el fútbol para gente que no respeta al adversario, especialmente aquellos que utilizan el color de la piel para mostrar su odio, o la nacionalidad, la religión o diferencias históricas o económicas. Nosotros los jugadores somos embajadores de la paz, de la lucha contra el racismo y cualquier otro tipo de discriminación. Con nuestros comportamientos somos un ejemplo para el resto del mundo”.
Existen muchas iniciativas que intentan promover la integración a través del fútbol. Desde 2002 se celebra en la Comunidad de Madrid, el Mundialito de la Inmigración y la Solidaridad, y a nivel internacional, el evento más importante es el Mondiali Antirazzisti (Copa del Mundo contra el Racismo), una iniciativa que tuvo su primera edición en 1997 y que agrupa cada año a jugadores de 40 países.
El poder del fútbol como apaciguador de conflictos es evidente. El 29 de noviembre de 2005, un combinado de jugadores “palestinos” e “israelíes” disputaban un partido amistoso contra el FC Barcelona bajo el lema Match for Peace (Partido por la Paz), como símbolo de manifestación contra los conflictos internacionales que caracterizan a las naciones de Palestina e Israel. La idea del partido se le ocurrió al empresario catalán Lluís Bassat, cuando un día Shimon Peres, ex primer ministro israelí, le contó que un grupo de niños de ambos países unidos por el fútbol acababan haciéndose amigos e incluso aprendiendo el idioma de sus vecinos..
Vivimos en un mundo más globalizado en el que las fronteras y las restricciones movimiento tienden a difuminarse dando lugar a la mezcla de personas de procedencias diferentes. De una Europa con 6 países fundadores –Italia, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo– en 1957 con la firma del Tratado de Roma hemos pasado a un conglomerado de 27 naciones tras la incorporación de los países del Este.
En el caso concreto de España, es el primer país de la UE en recepción de inmigrantes y el segundo del mundo después de EEUU. Ya más del 10% de la población es extranjera y en algunas CCAA supera el 15%. Así pues, la inmigración se ha convertido en uno de los fenómenos sociológicos del siglo XXI.
La diversidad bien gestionada enriquece, pero mal manejada es el origen de muchos conflictos delictivos y racistas. En una aldea global donde las fronteras tienen menos sentido y la mezcla de culturas, ideologías y formas de pensar es un hecho, merece la pena hacer serios esfuerzos para conseguir que la integración y la convivencia pacífica sean una realidad y no meras elucubraciones. El deporte, en general, y el fútbol, en particular, son un buen espejo en el que mirarse: “Europa se está convirtiendo en un continente cada vez más multicultural. Ha realizado una ampliación para incluir a nuevos países y constituye el destino más popular para inmigrantes y refugiados de todo el mundo. Hay que encontrar un terreno común para unir a las personas. El deporte es una buena forma de reducir la tensión; el juego limpio y el respeto por los demás son fundamentales en un campo de fútbol. Además, en la mayoría de los equipos hay jugadores de distintas nacionalidades. Es un buen ejemplo de la coexistencia pacífica y el éxito”(Anders Gustav, Presidente ECOS).
El fútbol siempre ha sido en este sentido un gran armonizador de culturas y nacionalidades. En un equipo conviven jugadores de las más diversas nacionalidades: "El fútbol es un país donde todos somos hermanos. Tiene magia. Es el único capaz de lograr que un boliviano, un nigeriano y un alemán se fundan en un abrazo celebrando un gol. Esa magia hay que aprovecharla y proyectarla para que se extienda al universo entero" (Pacho Maturana).
Hace una temporada, el mercado de verano de fichajes se saldó con un total de 500 jugadores inscritos en Primera y Segunda División. De esa cifra, el 70% eran españoles y el 30% extranjeros. La multiculturalidad no sólo es amplia “cuantitativamente” sino también “cualitativamente”. Los jugadores no nacionales representaban a más de 42 nacionalidades diferentes, procedentes de: Sudamérica (Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, Perú, Venezuela…), África (Senegal, Camerún, Nigeria, Guinea, Ghana…), Asia (Corea…), Europa del Este (Croacia, Estonia, Eslovaquia, Rumania…) y Europa (Inglaterra, Portugal, Irlanda, Suecia…).
Estas cifras reflejan el ejemplo que puede suponer el fútbol para otros sectores (y la sociedad en general) diezmados por las diferencias culturales y raciales y para países donde el racismo ha desencadenado un problema social de gran alcance.
Poco antes de la Eurocopa 2004, desde todas las selecciones se mostraba el rechazo unánime a cualquier forma de discriminación racial. Así, en nombre del equipo español, su capitán, Raúl González, afirmaba: “En los últimos años la liga española ha escalado a las primeras posiciones del ranking europeo y mundial y ello ha sido debido, en gran medida, a la llegada de jugadores procedentes de otros países extranjeros”. En términos parecidos se manifestaba el capitán de la selección de Croacia, Boris Zivkovic: “El fútbol es un deporte que une a la gente con independencia de su nacionalidad, color o religión. El fútbol une a todos aquellos que aman este deporte. No hay espacio en el fútbol para gente que no respeta al adversario, especialmente aquellos que utilizan el color de la piel para mostrar su odio, o la nacionalidad, la religión o diferencias históricas o económicas. Nosotros los jugadores somos embajadores de la paz, de la lucha contra el racismo y cualquier otro tipo de discriminación. Con nuestros comportamientos somos un ejemplo para el resto del mundo”.
Existen muchas iniciativas que intentan promover la integración a través del fútbol. Desde 2002 se celebra en la Comunidad de Madrid, el Mundialito de la Inmigración y la Solidaridad, y a nivel internacional, el evento más importante es el Mondiali Antirazzisti (Copa del Mundo contra el Racismo), una iniciativa que tuvo su primera edición en 1997 y que agrupa cada año a jugadores de 40 países.
El poder del fútbol como apaciguador de conflictos es evidente. El 29 de noviembre de 2005, un combinado de jugadores “palestinos” e “israelíes” disputaban un partido amistoso contra el FC Barcelona bajo el lema Match for Peace (Partido por la Paz), como símbolo de manifestación contra los conflictos internacionales que caracterizan a las naciones de Palestina e Israel. La idea del partido se le ocurrió al empresario catalán Lluís Bassat, cuando un día Shimon Peres, ex primer ministro israelí, le contó que un grupo de niños de ambos países unidos por el fútbol acababan haciéndose amigos e incluso aprendiendo el idioma de sus vecinos..
8 comentarios:
Fundamental el asunto de la integración.
Yo este año he tenido en el equipo que he entrenado gente de diferentes nacionalidades: Rumanía, Paraguay, Honduras, Ecuador, España, Brasil, Marruecos...y la verdad es que ha sido un ejemplo de convivencia en ese sentido.
No podemos decir lo mismo al respecto de estar en el banquillo o incluso en la convocatoria. Los futbolistas son egoístas por naturaleza y este factor es más difícil de manejar que la integración cultural.
La inciativa del mundialito me parece muy buena.
Ya decía Valdano que lo más difícil para un entrenador era mantener contento a los suplentes; el resto simplemente por el hecho de estar en el campo ya eran felices. No es nada fácil de gestionar a los suplentes, sobre todo, cuando las suplencias se prolongan en el tiempo. salu2.
Pues no es por nada, pero no estoy muy de acuerdo con Valdano. Recordemos el caso de Seedorf en su época final en el Madrid...
Noticia en El Mundo
En general, los futbolistas quieren jugar, y además, donde ellos quieren...
Ricardo, qué pasó? no lo recuerdo... salu2.
Pues que después de un par de temporadas jugando en la derecha y en el Madrid, el amigo Clarencio pensó que su lugar estaba en el centro del campo junto a Redondo... Igual llevaba razón, pero el caso es que, entre unas cosas y otras, un tipo con 23 años, y una Liga y una Champions salió rumbo al Inter. Y en el Real Madrid de aquel año, pues todo fue propicio para McManaman, que acabó jugando la final de la Champions en París (y marcando un golazo, por cierto...)
Digamos que Clarencio se ahogaba en la derecha y se veía con capacidad para dirigir al equipo... Y es curioso porque en ocasiones en la selección holandesa jugaba en la derecha y el interior de los De Boer en el centro (Es lo que indica la noticia de El Mundo)... En fin.
Es que un profesional es capaz de hacer cosas en un equipo que no es capaza de hacer en otro. En el caso de seedorf parece claro que su compromiso por la selección holandesa era mucho mayor que su compromiso en el equipo de Heynckes.
Teniendo en cuenta que el destino fue el Inter, tampoco es descartable que el club presionara al jugador para que éste entrara en conflicto con el club de origen... y el fin último no fuera otro que abaratar el traspaso.
Leyendo el artículo que referencia Ricardo, no puedo dejar de comentar lo fenómeno que era Bergkamp, las que liaba el tío por no poder/querer tomar el avión, que si viaje en barco, en coche...
Saludos a todos
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