En estos tiempos donde todo corre extremadamente deprisa; donde se quiere recoger el fruto al mismo tiempo que sembramos; donde se quiere alcanzar la cima a cualquier precio siempre y cuando sea inmediato; precisamente en estos tiempos, me gustaría daros mi personal teoría sobre la diferencia entre éxito y prestigio.
Sin entrar a valorar de quién fue la culpa, lo que es evidente es que determinados valores que antes cuidábamos y transmitíamos han sido usurpados por la fiebre del oro, y como variante de ésta, el encumbramiento del éxito a una nueva categoría de “deidad”.
Sin embargo, y lo digo por experiencia, del mismo modo que se suele alcanzar el éxito por el camino de la normalidad, del esfuerzo, de la coherencia y del método, también suele ocurrir que, una vez alcanzado, las sirenas del dinero, del poder ficticio, de la notoriedad y de los halagos consiguen que nuestro particular Ulises se quite los tapones de cera de los oídos y sucumba a la tontería, a la ignorancia y a la autocomplacencia propia de un pavo real que pronto será cocinado en Navidad.
Sin entrar a valorar de quién fue la culpa, lo que es evidente es que determinados valores que antes cuidábamos y transmitíamos han sido usurpados por la fiebre del oro, y como variante de ésta, el encumbramiento del éxito a una nueva categoría de “deidad”.
Sin embargo, y lo digo por experiencia, del mismo modo que se suele alcanzar el éxito por el camino de la normalidad, del esfuerzo, de la coherencia y del método, también suele ocurrir que, una vez alcanzado, las sirenas del dinero, del poder ficticio, de la notoriedad y de los halagos consiguen que nuestro particular Ulises se quite los tapones de cera de los oídos y sucumba a la tontería, a la ignorancia y a la autocomplacencia propia de un pavo real que pronto será cocinado en Navidad.
Desgraciadamente para ellos, cuando se dan cuenta, están rebozados de salsa y dispuestos en el plato para ser engullidos por el olvido, el desprecio y por la injusta frase que dice: “pero qué se creía éste...”, mientras se busca con desesperación coronar al siguiente pavo real.
Afortunadamente para el ejemplo de muchos deportistas y personas, existen otros que cuando logran un éxito, se blindan sus oídos con una doble capa de cera y no solo resisten a los silbidos de sirena que les volverían locos, sino que aprovechan esa coyuntura para responsabilizar sus comportamientos y actitudes dentro y fuera de su escenario, para reafirmar el camino que le ha llevado a la meta y para servir de modelo ejemplar a los demás.
Para mi, los primeros son los estandartes del mal llamado éxito, los actores de un Gran Hermano que tienen sus 10 minutos de gloria y después hasta nunca. Pobrecillos, creen que el dinero les hará inmunes.
Los segundos son los poseedores de prestigio, aquellos que trazan una línea de comportamiento vital y la siguen sin desviarse ni un ápice, cambie lo que cambie el entorno y las circunstancias personales. Y lo hacen por coherencia y porque entienden que el triunfo es una responsabilidad más que un premio.
Estos últimos meses hemos podido observar paradigmas de ambos modelos en muchos de nuestros más notorios deportistas, pero también en los empresarios, financieros y políticos. Como yo sigo catalogándome como un idealista o un romántico, me agarro a cualquier tabla que me ayude a no ahogarme en lo que creo que es un mar de vulgaridad. Por eso me siento plenamente feliz que los tres finalistas del Balón de Oro de la FIFA sean Messí, Xavi e Iniesta de mis amores, que diría el gran Camacho.
Feliz Navidad y, si podéis, comeros un pavo.
Afortunadamente para el ejemplo de muchos deportistas y personas, existen otros que cuando logran un éxito, se blindan sus oídos con una doble capa de cera y no solo resisten a los silbidos de sirena que les volverían locos, sino que aprovechan esa coyuntura para responsabilizar sus comportamientos y actitudes dentro y fuera de su escenario, para reafirmar el camino que le ha llevado a la meta y para servir de modelo ejemplar a los demás.
Para mi, los primeros son los estandartes del mal llamado éxito, los actores de un Gran Hermano que tienen sus 10 minutos de gloria y después hasta nunca. Pobrecillos, creen que el dinero les hará inmunes.
Los segundos son los poseedores de prestigio, aquellos que trazan una línea de comportamiento vital y la siguen sin desviarse ni un ápice, cambie lo que cambie el entorno y las circunstancias personales. Y lo hacen por coherencia y porque entienden que el triunfo es una responsabilidad más que un premio.
Estos últimos meses hemos podido observar paradigmas de ambos modelos en muchos de nuestros más notorios deportistas, pero también en los empresarios, financieros y políticos. Como yo sigo catalogándome como un idealista o un romántico, me agarro a cualquier tabla que me ayude a no ahogarme en lo que creo que es un mar de vulgaridad. Por eso me siento plenamente feliz que los tres finalistas del Balón de Oro de la FIFA sean Messí, Xavi e Iniesta de mis amores, que diría el gran Camacho.
Feliz Navidad y, si podéis, comeros un pavo.
2 comentarios:
Fantástico post que establece las diferencias entre Ser y no ser.
saludos
Muy buena entrada. Estoy completamente de acuerdo con ella.
Saludos.
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