7–6 y 6–2 fue el tanteo que le valió ayer domingo a Rafael Nadal (Manacor, 1986) para desentenderse del serbio Novak Djokovic y alzarse con el Masters 1000 de Roma (cuarta vez que lo consigue) sumando de este modo 36 títulos internacionales a su carrera. Número 1 de la ATP desde agosto de 2008 y Premio Príncipe de Asturias del Deporte ese mismo año, Nadal sigue haciendo historia en las canchas a pesar de su juventud (22 años) y es ejemplo de otras muchas cosas.
El pasado 3 de marzo se presentaba en el IESE Business School de Madrid un “business case” con el título: “Rafael Nadal: el campeón y la persona”; un caso de estudio elaborado por el profesor del IESE, Santiago Álvarez de Mon, que ha contado con la ayuda principal de Carlos Costa, manager de Nadal, así como del resto de la familia del jugador mallorquín. Antes del acto pude charlar con Santiago y Carlos y después disfrutar de la conferencia–coloquio en la que se combinó la proyección de videos de Rafa con un “mano a mano” entre ambos sobre el pasado, presente y futuro del tenista.
Muchas lecciones se pueden extraer de la figura del joven balear que sirven de ejemplo para el directivo actual. Destaco sólo algunas:
Talento: capacidad natural para hacer ciertas cosas que se manifiesta no sólo al coger la raqueta sino en su prodigioso físico, en la coordinación de sus movimientos o en la asimilación de espacios. Como se suele decir, “lo que natura no da, Salamanca no presta”. La genética ha dotado a Rafa de ciertas cualidades que luego ha potenciado y complementado. Con otras palabras, la cosecha era buena.
Ambición: no le gusta perder a nada. Es de esa clase de tipos que no admite otro resultado que no sea la victoria. Tiene mentalidad ganadora y la derrota le produce alergia. Álvarez de Mon escribía: “Hay jugadores que pierden los partidos en el vestuario, incluso antes de salir a la cancha. Le miras a los ojos y ves la mirada de un perdedor. Nadal, si pierde, lo hace en la ducha, exhausto, con su motor de gasolina totalmente vacío, y por méritos del contrario. El no pierde, le gana el otro”.
Estabilidad emocional: que la proporciona su entorno: madre, padre, tío, hermana, novia... En cierta ocasión, Carlos Costa, que lleva también a otros tenistas, afirmaba: “A la hora de fichar a un jugador no valoramos sólo el talento, el potencial tenístico, sino también el entorno”. El de Rafa es especialmente bueno. Toda la familia es una piña que tiene claro quién es el protagonista y rema en la misma dirección con el único objetivo de que el joven tenga la tranquilidad necesaria para hacer bien su trabajo y seguir sumando títulos y reconocimientos. El propio tenista decía: “En Mallorca todo es más cercano y tienes a la familia mucho más encima que cuando vives en una gran ciudad. Además, mi familia está muy unida y he pasado mucho tiempo con mis tíos, abuelos y también, por supuesto, con mis amigos”.
Concentración: no se relaja ni un momento. Está metido en el partido y pendiente de lo que hay que hacer sin despistarse un segundo. Sigue a rajatabla el sabio consejo de Sun Tzu en “El arte de la guerra”: “No te contentes con alguna ventaja pequeña o una victoria a medias; tal cosa podría ser tu cebo destinado a vencerte. Debes mantenerte en guarda incluso después de que tengas los visos de una victoria completa”. Novak Djokovic aseguraba: “Nadal es el único tenista capaz de mantener el mismo nivel de concentración desde el primer al último punto del partido”.
Capacidad de sufrimiento: “Para ser feliz hay que ser austero”, decía Toni –su tío y entrenador– en agosto de 2008. Y proseguía: “En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse. Yo me aguanto, tú te aguantas y él... Y eso es lo que no hace la gente hoy en día. Todo son pegas. Sin darle un concepto religioso, la gente es menos sacrificada. Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafael. Le digo: 'Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y éxito, tendrás que aguantarte, porque habrá cosas que no podrás controlar. Morirá un familiar. Te dejará la novia. Y te tendrás que aguantar”. El nivel de exigencia de Toni con Rafa siempre ha sido muy elevado. Todavía a fecha de hoy a Rafa le parece excesivo lo que su tío le apretaba de pequeño: “Con mi tío tuve una infancia deportiva muy exigente. Toni me pedía demasiado y cuando las cosas no salían bien se enfadaba bastante. En mi opinión me exigía demasiado y aún hoy me sigue pareciendo excesivo, pero te prepara para el futuro”.
Perseverancia: como afirma un dicho inglés: “Winners never quit; quitters never win” (Los ganadores nunca abandonan; los que abandonan nunca ganan). El escritor Honoré Balzac escribía algo parecido: “La constancia es el fondo de la virtud”. Detrás de cualquier historia de éxito hay mucha reciedumbre y capacidad de sacrificio; entrega incondicional a la causa; derroche de esfuerzo sin límites. Quien piense que llegar arriba es cuestión de suerte, además de un ingenuo es un envidioso.
Madurez precoz: siempre ha sido el mayor de toda la familia: primer hijo, sobrino y nieto, lo que le ha llevado a reducir los periodos de aprendizaje gracias al contacto con gente más mayor. Según Carlos Costa, “hoy día el primo más mayor de Rafa tiene diez años, por tanto, él desde siempre se ha relacionado con adultos. Es una de las claves de su madurez. De pequeño tenía conversaciones de adulto”. Esto le ha ser inteligente para distinguir sabiamente entre la oportunidad y el riesgo: “Acepta todas las opiniones y es lo suficientemente inteligente como para saber lo que le conviene”.
Equilibrio: los elogios a menudo debilitan y el éxito conduce casi inevitablemente al acomodamiento. Toni es un tipo que representa al “malo” de la película. No deja que ningún triunfo se le suba nada a la cabeza. Cuando todos le pasan la mano por el hombro él pone sobre la mesa sus defectos para que mantenga los pies en el suelo.
Resistencia mental: su manager lo tiene claro: “La cabeza es el 90% de un deportista. Si alguien tiene la técnica de Rafa pero no su cabeza es imposible ser el número uno del mundo”. Disciplina espartana y estoicismo son epítetos que sientan bien al de Manacor.
Sencillez y humildad: camina por la vida como número uno del mundo pero con estilo campechano, algo que siempre conecta con el público. Es un fuera de serie en las canchas de tenis y un tipo de lo más normal y corriente fuera de ellas. Esta actitud reduce la presión y permite trabajar más tranquilo. “Te prometo que ni me levanto ni me acuesto pensando que soy el número uno”, decía hace poco. En este punto la familia también juega un rol esencial: “Nadal está formado y tiene una educación que hace que, al margen de si juega mejor o peor, siga siendo una gran persona y un gran tenista”.
Ilusión: la mantiene viva como el primer día. Cada reto es renovado por otro nuevo que le sirve de acicate y tira de él hacia delante. Todos los sabemos: cuando las ilusiones se desvanecen el talento está amortizado. Creer que uno ha tocado techo es el primer paso para realizar un trabajo mediocre
Ocio: no es complicado encontrársele comiendo unas 'cookies' de chocolate: “Puede que al estómago no le siente bien, pero a la mente sí”, decía en una ocasión al encontrarse con un periodista. Quien sólo trabaja acaba trabajando peor, o como decía el poeta húngaro Attila József (1905–1937), “los hombres que no saben divertirse me dan miedo”. Es necesario que el arco, cada cierto tiempo, se destense y descanse. A Rafa también le gusta ir a pescar, jugar al golf y a la Playstation.
Deportividad o fair play: lo que en el mundo de la empresa vendría a ser la ética. En un ganador la destreza técnica debe ir acompañada de la calidad humana. No vale cualquier cosa. Saber ganar y saber perder, tanto dentro de la pista como fuera. Tras recibir el Príncipe de Asturias de 2008 abanderaba la candidatura del suizo Roger Federer para el próximo año “porque se merece este galardón”.
Aceptación de la transitoriedad: “Todo esto es momentáneo; si no lo supiera, la castaña sería grande”. Y también: “Al fin y al cabo, la vida da bastantes vueltas; hoy puedo estar aquí como número uno y dentro de cinco o diez años, ser como cualquier otra persona. En el futuro espero ser eso, alguien normal y corriente”. Todos los “grandes” son conscientes de que el éxito es efímero y aceptan el sino del deportista.
En definitiva, ¿qué representa Rafael Nadal? Según el autor del “caso de estudio”, el manacorí es “un embajador de valores: disciplina, perseverancia, saber perder, saber ganar, optimismo, ilusión, fortaleza de ánimo, etc, que nuestra sociedad, blandita y comodita, necesita como el comer”.
El pasado 3 de marzo se presentaba en el IESE Business School de Madrid un “business case” con el título: “Rafael Nadal: el campeón y la persona”; un caso de estudio elaborado por el profesor del IESE, Santiago Álvarez de Mon, que ha contado con la ayuda principal de Carlos Costa, manager de Nadal, así como del resto de la familia del jugador mallorquín. Antes del acto pude charlar con Santiago y Carlos y después disfrutar de la conferencia–coloquio en la que se combinó la proyección de videos de Rafa con un “mano a mano” entre ambos sobre el pasado, presente y futuro del tenista.
Muchas lecciones se pueden extraer de la figura del joven balear que sirven de ejemplo para el directivo actual. Destaco sólo algunas:
Talento: capacidad natural para hacer ciertas cosas que se manifiesta no sólo al coger la raqueta sino en su prodigioso físico, en la coordinación de sus movimientos o en la asimilación de espacios. Como se suele decir, “lo que natura no da, Salamanca no presta”. La genética ha dotado a Rafa de ciertas cualidades que luego ha potenciado y complementado. Con otras palabras, la cosecha era buena.
Ambición: no le gusta perder a nada. Es de esa clase de tipos que no admite otro resultado que no sea la victoria. Tiene mentalidad ganadora y la derrota le produce alergia. Álvarez de Mon escribía: “Hay jugadores que pierden los partidos en el vestuario, incluso antes de salir a la cancha. Le miras a los ojos y ves la mirada de un perdedor. Nadal, si pierde, lo hace en la ducha, exhausto, con su motor de gasolina totalmente vacío, y por méritos del contrario. El no pierde, le gana el otro”.
Estabilidad emocional: que la proporciona su entorno: madre, padre, tío, hermana, novia... En cierta ocasión, Carlos Costa, que lleva también a otros tenistas, afirmaba: “A la hora de fichar a un jugador no valoramos sólo el talento, el potencial tenístico, sino también el entorno”. El de Rafa es especialmente bueno. Toda la familia es una piña que tiene claro quién es el protagonista y rema en la misma dirección con el único objetivo de que el joven tenga la tranquilidad necesaria para hacer bien su trabajo y seguir sumando títulos y reconocimientos. El propio tenista decía: “En Mallorca todo es más cercano y tienes a la familia mucho más encima que cuando vives en una gran ciudad. Además, mi familia está muy unida y he pasado mucho tiempo con mis tíos, abuelos y también, por supuesto, con mis amigos”.
Concentración: no se relaja ni un momento. Está metido en el partido y pendiente de lo que hay que hacer sin despistarse un segundo. Sigue a rajatabla el sabio consejo de Sun Tzu en “El arte de la guerra”: “No te contentes con alguna ventaja pequeña o una victoria a medias; tal cosa podría ser tu cebo destinado a vencerte. Debes mantenerte en guarda incluso después de que tengas los visos de una victoria completa”. Novak Djokovic aseguraba: “Nadal es el único tenista capaz de mantener el mismo nivel de concentración desde el primer al último punto del partido”.
Capacidad de sufrimiento: “Para ser feliz hay que ser austero”, decía Toni –su tío y entrenador– en agosto de 2008. Y proseguía: “En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse. Yo me aguanto, tú te aguantas y él... Y eso es lo que no hace la gente hoy en día. Todo son pegas. Sin darle un concepto religioso, la gente es menos sacrificada. Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafael. Le digo: 'Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y éxito, tendrás que aguantarte, porque habrá cosas que no podrás controlar. Morirá un familiar. Te dejará la novia. Y te tendrás que aguantar”. El nivel de exigencia de Toni con Rafa siempre ha sido muy elevado. Todavía a fecha de hoy a Rafa le parece excesivo lo que su tío le apretaba de pequeño: “Con mi tío tuve una infancia deportiva muy exigente. Toni me pedía demasiado y cuando las cosas no salían bien se enfadaba bastante. En mi opinión me exigía demasiado y aún hoy me sigue pareciendo excesivo, pero te prepara para el futuro”.
Perseverancia: como afirma un dicho inglés: “Winners never quit; quitters never win” (Los ganadores nunca abandonan; los que abandonan nunca ganan). El escritor Honoré Balzac escribía algo parecido: “La constancia es el fondo de la virtud”. Detrás de cualquier historia de éxito hay mucha reciedumbre y capacidad de sacrificio; entrega incondicional a la causa; derroche de esfuerzo sin límites. Quien piense que llegar arriba es cuestión de suerte, además de un ingenuo es un envidioso.
Madurez precoz: siempre ha sido el mayor de toda la familia: primer hijo, sobrino y nieto, lo que le ha llevado a reducir los periodos de aprendizaje gracias al contacto con gente más mayor. Según Carlos Costa, “hoy día el primo más mayor de Rafa tiene diez años, por tanto, él desde siempre se ha relacionado con adultos. Es una de las claves de su madurez. De pequeño tenía conversaciones de adulto”. Esto le ha ser inteligente para distinguir sabiamente entre la oportunidad y el riesgo: “Acepta todas las opiniones y es lo suficientemente inteligente como para saber lo que le conviene”.
Equilibrio: los elogios a menudo debilitan y el éxito conduce casi inevitablemente al acomodamiento. Toni es un tipo que representa al “malo” de la película. No deja que ningún triunfo se le suba nada a la cabeza. Cuando todos le pasan la mano por el hombro él pone sobre la mesa sus defectos para que mantenga los pies en el suelo.
Resistencia mental: su manager lo tiene claro: “La cabeza es el 90% de un deportista. Si alguien tiene la técnica de Rafa pero no su cabeza es imposible ser el número uno del mundo”. Disciplina espartana y estoicismo son epítetos que sientan bien al de Manacor.
Sencillez y humildad: camina por la vida como número uno del mundo pero con estilo campechano, algo que siempre conecta con el público. Es un fuera de serie en las canchas de tenis y un tipo de lo más normal y corriente fuera de ellas. Esta actitud reduce la presión y permite trabajar más tranquilo. “Te prometo que ni me levanto ni me acuesto pensando que soy el número uno”, decía hace poco. En este punto la familia también juega un rol esencial: “Nadal está formado y tiene una educación que hace que, al margen de si juega mejor o peor, siga siendo una gran persona y un gran tenista”.
Ilusión: la mantiene viva como el primer día. Cada reto es renovado por otro nuevo que le sirve de acicate y tira de él hacia delante. Todos los sabemos: cuando las ilusiones se desvanecen el talento está amortizado. Creer que uno ha tocado techo es el primer paso para realizar un trabajo mediocre
Ocio: no es complicado encontrársele comiendo unas 'cookies' de chocolate: “Puede que al estómago no le siente bien, pero a la mente sí”, decía en una ocasión al encontrarse con un periodista. Quien sólo trabaja acaba trabajando peor, o como decía el poeta húngaro Attila József (1905–1937), “los hombres que no saben divertirse me dan miedo”. Es necesario que el arco, cada cierto tiempo, se destense y descanse. A Rafa también le gusta ir a pescar, jugar al golf y a la Playstation.
Deportividad o fair play: lo que en el mundo de la empresa vendría a ser la ética. En un ganador la destreza técnica debe ir acompañada de la calidad humana. No vale cualquier cosa. Saber ganar y saber perder, tanto dentro de la pista como fuera. Tras recibir el Príncipe de Asturias de 2008 abanderaba la candidatura del suizo Roger Federer para el próximo año “porque se merece este galardón”.
Aceptación de la transitoriedad: “Todo esto es momentáneo; si no lo supiera, la castaña sería grande”. Y también: “Al fin y al cabo, la vida da bastantes vueltas; hoy puedo estar aquí como número uno y dentro de cinco o diez años, ser como cualquier otra persona. En el futuro espero ser eso, alguien normal y corriente”. Todos los “grandes” son conscientes de que el éxito es efímero y aceptan el sino del deportista.
En definitiva, ¿qué representa Rafael Nadal? Según el autor del “caso de estudio”, el manacorí es “un embajador de valores: disciplina, perseverancia, saber perder, saber ganar, optimismo, ilusión, fortaleza de ánimo, etc, que nuestra sociedad, blandita y comodita, necesita como el comer”.
7 comentarios:
Magnífico post. La verdad es que os sigo con ilusión, me parece un blog increible. Gracias
@carlos esteve. muchas gracias por seguirnos. me alegro que te haya gustado el post. saludos. francisco alcaide.
Estoy contigo en el impresionante ejemplo que es Rafa Nadal, y como Lolo nos comentó hace unos meses también su familia por lo bien que ha sido capaz de formarle (http://aprendedeldeporte.blogspot.com/2009/02/nadal-el-poder-del-equipo.html)
Pero me gustaría enfocar la discusión a por qué si nos llaman tanto la atención es tos ejemplos, si nos resultan tan atractivos a la sociedad en general ¿por qué abundan tan poco? ¿Por qué parece que para ser un ganador hay que ser borde, distante o soberbio como algunos ejemplos triunfadores de otros deportes con ruedas o balones?
¿Será que en realidad nos gusta lo inalcanzable o que somos todos altamente incoherentes?
Este punto de la humildad resulta interesante. Y me gustaría retomar las palabras de Guardiola sobre Iniesta, el crack manchego:
"Andrés come aparte. No lleva pendientes, no se pinta el pelo, juega 20 minutos y no se queja... Es el ejemplo"
Si, como indica Eugenio, nos resultan más atractivos estos tipos, ¿cuál es la razón para que los otros concentren todas las miradas y las palmaditas en la espalda?. Porque, al fin y al cabo... la gente no suele comprar la camiseta de Iniesta...
Quizá la humildad sólo está al alcance de unos pocos. Quizá sólo al alcance de los verdaderamente brillantes. Y para los demás: las gomas en el pelo, los tintes, las mechas, las poses, los trajes al estilo Gansta ... Puede que fueran otros tiempos, pero yo no me imagino a Don Alfredo o a Kubala de esta guisa. Pero a Zidane tampoco. Ni a Terry, Gerrard, Lampard, Ballack, Xavi, ... Quizá es que se han dedicado a otra cosa.
¿Y cómo cambiamos las cosas para que "los deslumbrantes" no capten el interés y los brillantes pasen a primera plano?
Por que si esta es la referencia así vendrá las nuevas generaciones, y si esto en el mundo del deporte es evidente, en la empresa es igual o incluso peor, cambiando eso sí los tatuajes por gomina, pero manteniendo el mismo desprecio por lo verdaderamente importante.
@eugenio y ricardo. muy interesante lo que comentáis. Yo creo que desde el punto de vista del marketing la regla nº 1 es la "diferencia". La excentricidad es "excepción" y como tal, exclusiva y diferente. Lo cotidiano y normal no se suele valorar precisamente por eso.
El caso de Nadal nos sorprende porque lo conseguido es único (tanto si es excéntrico como si no). Es un caso único en cuanto a lo conseguido y eso ya significa ser diferente.
En el caso de Fernando Alonso, es el caso contrario (mucho más distante) pero con resultados en un deporte donde nadie los consigue, por tanto es único y diferente, y atrae.
Creo que tanto Nadal y Alonso atraen porque son únicos (consiguiendo resultados).
En el mundo del fútbol donde hay más gente excelente deportivamente la diferencia suele producirse por lo extradeportivo.
un abrazo a los dos.
Está claro que el éxito es atractivo, la cuestión, como comentaba José Ignacio en otro post (http://aprendedeldeporte.blogspot.com/2009/03/ganar-felicidad.html) es qué es el éxito y lo que que uno tiene que vender en el mundo actual para que los demás le consideren un persona exitosa.
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