Dejando de lado los casos extraordinarios, es de dominio público que los entrenadores suelen apostar por un guardameta y la oportunidad para el segundo portero llega en caso de indisponibilidad del titular. No seré yo el que juzgué aquí esta política, pero, escarbando en los recuerdos he encontrado otras formas de gobierno de la cuestión. Al menos en un par de casos he encontrado una disciplina que quiero denominar “Turno Político”. Esta denominación, alude a la competencia de iguales establecida y mantenida por un largo periodo de tiempo sin una supremacía evidente de ninguno de los dos guardametas. Así, recuerdo la alternancia de Miguel Ángel y García Remón en el Madrid de los setenta y primeros ochenta y el “Turno Político” de Ray Clemence y Peter Shilton en la selección inglesa de aquellos años.
En la España resquebrajada del último tercio del XIX, Don Práxedes Mateo Sagasta y Don Antonio Cánovas del Castillo idearon el genuino "Turno Político". En esta peculiar forma de gobierno, los dos principales partidos políticos de la época, Liberal y Conservador, se sucedían en el poder con el propósito de preservar la maltrecha monarquía, y, según sus inventores, la paz y el orden. La variante futbolística presenta ligeros ajustes. Sí se reconoce la igualdad de los competidores, pero el turno está regido por eventos no temporales: lesiones, sanciones y momentos de forma.
Miguel Ángel fue un portero gallego apodado “El gato” que convivió desde la temporada 71/72 hasta la 85/86 con Mariano García Remón, portero madrileño del barrio del Retiro que recibía el sobrenombre de “El gato de Odessa”. Durante ese periodo, y aunque el gallego disfrutó de más minutos que el madrileño, se puede decir que ambos tuvieron una pugna amigable que distintos entrenadores (Molowny, Miljanic, Boskov, Di Stéfano y Amancio) explotaron para lograr las mejores prestaciones en la portería madridista. En aquellos años el club blanco conquistó 6 Ligas, 4 Copas y 2 Copas de la UEFA. A la pugna por el puesto, desde la temporada 1980/81 se unió Agustín, quien, por mor de una lesión de García Remón, actuó en la final de la Copa de Europa que el Madrid “de los García” perdió contra el Liverpool en 1981. A mí el que más me gustaba era Miguel Ángel. Frente a la mayor sobriedad de García Remón, Miguel Ángel respondía con la agilidad y la rapidez, en la línea de porteros míticos como Ramallets, o más recientemente Ablanedo o Buyo. Jamás podré olvidar su parada en el Mundial de Argentina 1978 (por otra parte, de infausto recuerdo), desde mi punto de vista, la segunda mejor de la historia, tras la realizada por Gordon Banks ocho años atrás.
Precisamente el accidente de tráfico en el que Banks perdió un ojo dio comienzo, en 1973, al “Turno Político” de Ray Clemence y Peter Shilton. Shilton fue en este caso mi favorito. Debutó en la selección inglesa en 1970 de la mano de Alf Ramsey, cuando jugaba en First Division. Tras pasar por el Leicester City y el Stoke City siguiendo la estela de Gordon Banks, recaló en aquel flamante y sorprendente Nottingham Forest de Brian Clough. Allí conquistó las dos copas de Europa de 1979 y 1980. Tras el declive del Forest, se trasladó a Southampton y de ahí a Derby County, y luego a otros cinco o seis clubes más. En 1986 sufrió en sus carnes a Maradona. En Méjico. Es mejor pasar página. Se retiró de la selección tras Italia 90, ya algo mermado en sus cualidades. Iba a cumplir 41 años.
Clemence, por su parte, fue el portero de aquel glorioso Liverpool hasta 1981, y debutó en la selección cuando Banks aún estaba convaleciente. Ray Clemence fue fichado para el Liverpool por el gran Bill Shankly en 1967, y desde ese año hasta 1981, ganando en su último partido con los Reds la tercera Copa de Europa para los de Anfield y para sí. En aquel Real Madrid, que no alineó a García Remón ni Miguel Ángel, la portería la defendió Agustín. Desde 1981 defendió con brillantez los colores del Tottenham Hotspur con notables resultados. Sin embargo, Clemence terminó su aportación a la selección en 1984 siendo 61 veces internacional. Shilton, por su parte, continuó hasta 1990 alcanzando 125 entorchados. Ambos lucharon con brillantez por un puesto sin dueño predefinido. A buen seguro que si ambos no hubieran sido coetáneos, el número de entorchados hubiera sido mucho mayor.
2 comentarios:
Muy interesante la historia pero no le veo aplicación a la empresa.
Carlos
Amigo Carlos, quizá debas reflexionar un poco más, o quizá yo debería haber sido más explícito (reconozco que esto último lo he omitido adrede...). Por ejemplo, esto sería aplicable a las empresas que presentan organización por proyectos y cuya conducción siempre recae en los mismos en función de la importancia y dejando de considerar la carga de trabajo... O quizá en aquellas organizaciones creativas en las que la presentación de propuestas o resultados siempre se le asigna a la misma persona...
Se trata de combatir la cultura empresarial que no es integradora pero sí inmovilista. Seguro que en tu misma organización hay 1.000 ejemplos. En las que yo he trabajado siempre ha ocurrido.
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