Las situaciones de transición suponen circunstancias difíciles para las organizaciones. En el caso del fútbol, quizá el caso más claro es la Holanda de los primeros años 80.
Aquella selección del fútbol total que maravilló en los setenta comenzó su declive en la Eurocopa de 1980. Allí, en su último partido, contra la campeona, la Checoslovaquia de Panenka, comenzaron ocho años de desengaños. El empate a uno no les sirvió para pasar la primera fase. En aquel equipo aún figuraban muchos de los compañeros de Cruyff: el portero Schrijvers, el oso del estadio De Meer; los gemelos Willy y René Van der Kerkhof, que personalizaban la llegada y la clase; Krol, prototipo del zaguero seguro y técnico; “Bombardero” Haan, el genio sacrificado o Rep, el potente extremo que, sin embargo, pasó sin hacer ruido por el Valencia. Eran futbolistas acostumbrados a ganar. En su selección y en sus clubes. Pero aquel fue el último gran torneo para aquella generación prodigiosa. Trataron de clasificarse para España 1982, apoyados por figuras en ciernes como Gullit, Kieft, Rijkaard y Van Breukelen. No les fue posible. Un gol de Platini en París dio el pase a Francia, a la postre cuarta. Volvieron a intentarlo para la Eurocopa de Francia 1984, ya sin Neeskens, Rep ni René van der Kerkhof en el equipo, pero reforzados con Erwin y Ronald Koeman, Wouters, Vanenburg y Van Basten. Sin embargo, en la mayor hazaña futbolística que se recuerda en nuestro país, aquella España inquebrantable y misteriosa doblegó a Malta 12-1 dejando fuera a los tulipanes por la mejor diferencia de goles. Fue la despedida de Schrijvers, Haan y Krol. España jugó y perdió la final maldita del Parque de los Príncipes.
El último de los supervivientes de los mundiales de 1974 y 1978, Willy Van der Kerkhof, terminó su carrera internacional en el partido crucial de Holanda en su clasificación para el mundial de México 1986. La Bélgica de Pfaff, Gerets, Vandenbergh y Ceulemans apeó a Holanda por tercera vez consecutiva. Bélgica, tras eliminar a España en cuartos, terminó cuarta.
Menos de tres años después, Holanda venció con brillantez por dos goles a cero a la URSS de Dassaev y Belanov. Era la final de la Eurocopa 1988. Y allí, levantando la copa Henry Delaunay, estaban todos los que habían fracasado con anterioridad. Algunos tres veces, otros dos, otros una… pocos eran los inmaculados. No quedaba ningún veterano de Argentina 78. Todos eran nuevos, todos habían sido culpables. Ahora pasarían a la historia.
Puede que la presión de los veteranos impidiera el desarrollo de todos aquellos talentos. Quizá sólo cuando se sintieron independientes se desarrollase su verdadero potencial como grupo. Superando sus fracasos. Cambiando.